"Ignoramos el sentido del dragón, como ignoramos el sentido del universo, pero hay algo en su imagen que concuerda con la imaginación de los hombres,.."

"El Dragón posee la capacidad de asumir muchas formas, pero éstas son inescrutables."

de El libro de los Seres Imaginarios, Jorge Luis Borges






sábado, 24 de julio de 2010

Ultimos días verdaderos (Fragmento de "Terra")

Vamos yendo. No sabemos dónde, lo importante es estar siempre en movimiento. Este es el mundo que imaginaron mis películas de ciencia ficción de ayer.
Vamos andando por entre las ruinas del futuro.
Lo importante es no quedarnos quietos. Toda quietud es una clase indeclinable de muerte. Ya no tenemos fobias, ni emociones superficiales, no somos delicados,ni nenes de mamá. Somos grandes. Estamos en extinción.
Vamos huyendo de todo mal, pero sin temor, el fin ya empezó. Vamos buscando un segundo más, un resplandor más, un aliento más, solo uno más, o lo que se pueda conseguir. Rozamos las enfermedades pero no tenemos tiempo de caer un poco. Cuando caigamos será para siempre.
La eternidad misma esta pensando en su propio fin.
Fuimos débiles y ahora somos fuertes. Usamos toda la fuerza. Antes guardábamos para después. Ahora no hay después.
Esto lo hicimos nosotros. No hay a quién quejarse. No apretamos botones pero no impedímos que otros lo hagan, no sembramos enfermedades nuevas pero contribuímos para que las fabriquen y propaguen, no somos culpables directos pero somos responsables al fin. Del fin. Vamos yendo. Con los jirones de lo que pudimos ser, con los sueños convertidos en bastones y las ilusiones como plantillas para nuestros cansados pies. Ya no hay a donde ir. Ya es tarde para todo. Pero vamos yendo.

viernes, 23 de julio de 2010

El emisario (fragmento)

Bajando las cuestas de la luna, más allá de la cortada de las violetas, encontré un día a un extraño caminante.
Todos los caminantes solitarios son un poco extraños, pero tienen una extrañeza conocida, este personaje, era en todo diferente, para empezar llevaba puestos unos incómodos zapatos lustrados la mañana antes de salir que solo lo hacían resbalar a cada paso.
Su vestimenta en general era adecuada para caminar apurado por una concurrida calle del centro de alguna populosa ciudad pero absolutamente inadecuada para retozar en estas lejanías salvajes, remotas y polvorientas.
Julio suele ser frío y ventoso, pero nunca tanto como este año. Insistentemente la arena que se levanta del suelo, tiende a buscar intersticios inadecuados para viajar abrigada, y elige, entre otros, irrespetuosamente, los ojos, cosa que molesta bastante y hace resbalar más veces al desplazarse uno por sobre los cantos rodados helados.
Pero, maldita sea, siempre me pierdo en detalles, hablaba del extraño, iba apurado con un portafolios lleno de papeles importantes como si alucinara encontrar alguna oficina de piedra en esta inmensa soledad. Cuando lo crucé me saludó amable y parcamente.
Me di vuelta para seguirlo un poco con la mirada y después lo seguí todo yo. No fuera a perderse sin remedio o lastimarse. No debía estar en sus cabales, no había nadie a miles de kilómetros en la dirección que llevaba. Lo seguía a prudente distancia, deteniéndome, cada vez que él lo hacía, para tomar resuello o para recomponerse de alguna caída. Nunca se dio cuenta que lo seguía hasta que sucedió lo inevitable.
El hombre llegó a un descampado circular y caminó nerviosamente en el lugar mirando hacia el cielo, que yo supiera nunca había llegado por allí un helicóptero ni algún otro artefacto volador. El hombre miraba el reloj, miraba un papel, tal vez un mapa y miraba el cielo. Y caminaba en círculos. Inquieto.
Logrando inquietarme a mi, ya se estaba haciendo tarde para regresar al pueblo con luz. Yo no tenía problemas con eso, pero a ese señor le iba a ir muy mal si yo no me pesentaba para ayudarlo.