Y los brillos se fueron apagando...quedó el silencio, más solo que antes.
Una mosca revuela insistente, hasta que también se aquieta. Nada. Calma y un gusto a sueño en los costados heridos.
Ya todo pasa. El día, las horas, la espera, el dolor y su sin razón.
Es inminente e inquietante el arribo de la yacencia vana, el sopor hipnótico, la irrespetuosa coherencia de la distancia. Y el umbral de las sombras y los ritmos nuevos, la página nueva, el enfoque. La tabla de surf sobre las olas del invisible abismo, y la constancia del equilibrio tejido con hebras de telarañas azules.
Un horizonte herido y sangrante, donde van a dar todas las cosas importantes que han sido olvidadas...