Bajando las cuestas de la luna, más allá de la cortada de las violetas, encontré un día a un extraño caminante.
Todos los caminantes solitarios son un poco extraños, pero tienen una extrañeza conocida, este personaje, era en todo diferente, para empezar llevaba puestos unos incómodos zapatos lustrados la mañana antes de salir que solo lo hacían resbalar a cada paso.
Su vestimenta en general era adecuada para caminar apurado por una concurrida calle del centro de alguna populosa ciudad pero absolutamente inadecuada para retozar en estas lejanías salvajes, remotas y polvorientas.
Julio suele ser frío y ventoso, pero nunca tanto como este año. Insistentemente la arena que se levanta del suelo, tiende a buscar intersticios inadecuados para viajar abrigada, y elige, entre otros, irrespetuosamente, los ojos, cosa que molesta bastante y hace resbalar más veces al desplazarse uno por sobre los cantos rodados helados.
Pero, maldita sea, siempre me pierdo en detalles, hablaba del extraño, iba apurado con un portafolios lleno de papeles importantes como si alucinara encontrar alguna oficina de piedra en esta inmensa soledad. Cuando lo crucé me saludó amable y parcamente.
Me di vuelta para seguirlo un poco con la mirada y después lo seguí todo yo. No fuera a perderse sin remedio o lastimarse. No debía estar en sus cabales, no había nadie a miles de kilómetros en la dirección que llevaba. Lo seguía a prudente distancia, deteniéndome, cada vez que él lo hacía, para tomar resuello o para recomponerse de alguna caída. Nunca se dio cuenta que lo seguía hasta que sucedió lo inevitable.
El hombre llegó a un descampado circular y caminó nerviosamente en el lugar mirando hacia el cielo, que yo supiera nunca había llegado por allí un helicóptero ni algún otro artefacto volador. El hombre miraba el reloj, miraba un papel, tal vez un mapa y miraba el cielo. Y caminaba en círculos. Inquieto.
Logrando inquietarme a mi, ya se estaba haciendo tarde para regresar al pueblo con luz. Yo no tenía problemas con eso, pero a ese señor le iba a ir muy mal si yo no me pesentaba para ayudarlo.
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