Yo llegaré en el aire fresco
en este atardecer de quietud de voces y mudanzas,
yo extenderé mis manos blancas,
sobre el desamparo de tu alma infante
plagada de presagios atrapados en el tiempo.
Yo, con estas manos que amasaron pan en la mañana
que exprimieron jugos en la tarde y amarraron vientos en las tormentas,
te acariciaré despacio.
Sanado todas tus dudas y espantos
Porque mis manos viene de antes de mi y de tí.
Son de todos los amparos y cobijos.
Desatarán tus nudos y correas,
romperán cadenas y ahogos,
despejarán la piel de antiguas maldiciones y sortilegios,
y quedarás celeste, sin peso, libre...!
Como si el alma misma del mundo
te hubiera amado mucho.
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