
La mujer estaba ciega desde hacía mucho. Las cicatrices de sus ojos hablaban de una tortura atroz. Como comparar el dolor físico de la carne desgarrada que cicatrizará indefectiblemente y el dolor del alma del que sabe que vió el mundo, hasta hoy.
Hay cosas que pasan, cosas que se superan , cosas que sanan, pero todos sabemos que quien pierde la vista la pierde para siempre.
Y es un solo segundo.
Y después nada, solo recuerdos que se escurren en las sombras.
La mujer estaba ciega desde que era joven, su herida creció, se cerró y envejeció.
Pero algo anormal creció dentro de ella para distraerla del dolor. Ella podía ver de otro modo. La gente se acercaba y ella decía las cosas que le iban a pasar.
Siempre estaba sentada sobre una gran roca. De día se corría según la sombra del árbol. De noche ella,el árbol y la piedra eran uno.
Nadie se acercaba de noche. Algunos decían que llora dormida. Nunca era violenta ni desagradable, pero su silencio y su dolor hacían que la gente la respetara.
Un día llegó Evelyn a su piedra. La mujer, que parecía ya parte de la roca, parte del árbol, se levantó y la abrazó.
Evelyn se quedó con ella. Ese y todos los días que la mujer vivió.
Absorbió su esencia. Algo de la mujer quedó en ella. O estaba ya. Nadie lo sabe.
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