Pesadas nubes de humo avanzan amenazantes sobre las sierras.
La tarde le crece a los costados del alambrado igual que las enredaderas nuevas. El campo regresa en sus entrañas. Los pájaros cantan y los animales duermen las primeras siestas de primavera.
Todo es paz, sostenida.
El fin acecha, como siempre.
En la casa grande de la colina oeste, una mujer transmite soledad en versos doloridos. Hace rato que espera el mundo la vea, pero el mundo sigue sin ella.
El centro se movió de su lugar acostumbrado.
Las horas trajeron semanas y meses y los años se desbarrancaron sobre los sueños y sentidos.
Poco queda por hacer.
Poco queda por esperar.
Y ahora para completar las sombras, el incendio amenaza desde el horizonte.
Y el mañana puede ser un espanto más, que ella no querrá conocer.
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