Danzarines vientos remueven la arena, mezclan las semillas del pasto bueno y la gramilla mala. Todo esta visible y oculto. La tarde y el aire están encontrándose en mis ojos. Mis supiros me traen noticias de antiguos dolores no reconocidos. Y esa vieja herida, que no sangra, pero duele todavía.
Yo ya estaba acostumbrada a los engaños. Pero nunca había asistido al desengaño de las propias convicciones. No todo estaba tan bien, puede que hasta haya que empezar de nuevo. No me asusta, se que puedo.
Pero esta tarde mientras el cielo se disfraza de amenaza, lloro por mí y siento pena. Dejo que se me venga encima toda la tristeza que me negué. La dejo que se enzañe con todo mi ser. Me sumerjo en el grito, me desbordo.
Sigo el sendero que no va a ninguna parte. Llego hasta donde mis fuerzas se desmayan y entonces vuelvo a llorar, serenamente.
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