Durante eones vivimos creyendo que toda la responsabilidad de tomar la desición correcta era mérito y culpa propia.
Hechos fortuitos, no aislados, promueven una nueva teoría incandescente y arrebatadora.
Teoría nacida del lento meditar acerca del inefable caos sensible que sobrenada la esencia misma del todo.
Qué...si el tiempo fuera inexorablemente hacia atrás, hacia el origen, (y de ahí esa sensación de volver a casa) y, al igual que nuestro cerebro ve la imagen invertida, estuviéramos percibiendo el tiempo de atrás hacia adelante, como una sucesión lógica. Y la verdadera realidad fuera que salimos de la nada oscura de la muerte, avanzamos, desaprendiendo errores, hasta volvernos puros, sabios, luz...?
Qué...si cada aspecto de nuestras vidas no fuera más que una repetición consciente de la misma vida que ya sucedió en un continuo de tiempo secular y estuviéramos condenados a repetir desde distintos estadios del ser, hasta realizar la experiencia completa de cada fragmento compositivo. Y si nuestros devaneos sobre si esto o aquello, sobre si tomar la decisión correcta o la equivocada, no sean mas que reflejos, ondas en el aire, destellos de una mente afiebrada e impotente que se auto inocula el olvido y el sueño de la transformación como consuelo...?
Qué...si la verdad no fuera aquello que buscamos sino de lo que huimos...?
Qué...si, definitivamente los sueños, fueran lo único real, de esta eterna fantasía...?
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