El día amanece sin despedir del todo el sueño y la luna en la ventana oeste saluda al sol en la ventana este. El ritmo de las luces deborándose las sombras estremece los pinceles... el agua se agita trémulamente...los colores se desperezan en la paleta. La tela, recorrida de mis dedos que preguntan, se abre entregada a la amorosa invasión de la carbonilla que sube y baja llenando y deshabitando intersticios.
Seres alados en la cara oculta de la luna, enigmas sensibles, misterios conocidos...azules de profundos abismos de estrellas y erizos de luz...medusa eléctrica y enamorada...danza acuática en el primer desborde apasionado. Lentamente ajusto formas con el palpitante y suave pincel cargado de ocres traídos de desiertos imaginarios en antiguas ciudades abandonadas...Pompeya resucita y avanza el sueño de Atlántida liberada. Desde el cosmos turquesa y azabache reflejan estirpes de guerreros de luz convidando auroras magentas...una sola luz, estelar, difusa con purpuras sensaciones de redención...ya no más colores diversos...luces y sombras consumando apariciones.
Unificación.
La fiebre decrece. La música suena alto pero no invade, apena acaricia el resto de los sentidos y vuelvo, ha pasado tiempo sin saber de mi...Y esos seres que me habitaban ya respiran su lugar definitivo, hasta hacerse barniz, esencia aurea ....ya son, por si mismos y me miran... antes de partir a sus propias consecuencias....
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