Una fuerza imperiosa maneja las direcciones, los aciertos, los desatinos. Hacemos lo que podemos mientras vamos acomodando los resultados según caigan las fichas. No hay tal esmerado control, ni siquiera en la mente mas enferma funciona el azar sin necesidad. Somos, plumas en el viento que ni siquiera el ave notó que perdió. Solo leves plumas que caen y se elevan según las corrientes y las ausencias de ellas.
Somos, vamos siendo. Determinados a posteriori, con una dirección aleatoria en cumplimiento elemental y graduaciones de efimeridad. Somos lo que podemos llegar a hacer, hacemos lo que podemos llegar a ser.
Y sin embargo así, despojados de toda certeza y victoria, nunca, nunca nos damos por vencidos. Y como la mariposa pegada al vidrio, que ve el después delante y se empeña en estrellarse cuantas veces sea necesario, o para caer deshecha por sus propios golpes, o por los golpes el dueño del vidrio o si la suerte le beneficia y los astros la promueven a reina de la noche, romper al fin el vidrio millones de veces golpeado y volar hacia la ansiada Libertad. Aunque a poco de volar, se detenga a mirar una flor y sentir su poderoso perfume y tal vez se pregunte de que se ríe la flor, efímera flor que nace y muere atada a la tierra. Y ella, bueno, ella pudo haber muerto ya, y aún sigue viva.
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