Advierto en mí la urgencia de sostener esta disposición caótica y compulsa, interponiéndose a un orden fronterizo y mal habido que me persigue desde el inicio, no como una realidad, sino como una sugestión permanentemente insatisfecha.
Inversamente, como el asombro de reconocer un sonido lejano y extraño como proveniente de la propia respiración; el de reconocer la otredad en lo más intestino, suele producir toda clase de conflictos de dudosa clarificación, hasta que rendida a las evidencias, solazarse, en el verbo pertenecer mientras pierde nitidez la feliz incertidumbre de las horas.
No hay solipsismo posible, no hay frontera, ni nunca habrá pasado.
El frágil murmullo del viento entre las semillas secas en los árboles, trae una música que no responde a ningúnn canon establecido, no es la música del aire, es nuestra canción. Nuestro pulso habilitado por la pérdida momentánea del esquema de contención.
No fue acaso en el caos original y bullente, que se gestó el primer error, la primera secuencia lógica, el primer diseño intermitente, que contamina infinitamente, como un gigantesco eco todo lo sostenido?
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